El cura, había acabado de cantar solemnemente un fragmento del evangelio según San Lucas, y estaba tratando, en silencio, de comenzar la homilía de alguna forma posible. En tanto, los feligreses permanecían callados, observando el panorama del altar, y él, nervioso, caminaba por una de las naves laterales.
-¿Qué es el alma hermanos?- Exclamó el sacerdote ya apartado del atril.
Él no lo dejó comenzar a explicar, se le adelantó por completo, el viejo cura no entendía nada pero sabía que él haría algo extraordinario. Según él había calculado, la intervención sería de corrido, sin cortes más que para tomar aire, y comenzó con la misma interrogante que el sacerdote: <<¿Qué es el alma?>>.
-"Si quieren, personas de fe, les doy una definición, pero la verdad es, para esta pregunta, el silencio.
Ustedes pueden crear el sonido <<Dios>>, pero a menos que hayan experimentado a <<Dios>>, es solamente una palabra.
Si intentara explicarlo con palabras que nunca han escuchado, por ejemplo, si yo les dijera <<El alma es un Chukafranciz>> ¿Les aportaría algo? No, porque su mente no asocia ese fonema ni esos símbolos, ese orden a nada, y a la vez, al no ser nada es todo.
Si quiero explicarle lo que es una flor a alguien que no conoce las flores pero sí los diamantes, le diré algo como <<Las flores son diamantes vivientes, con vida>>, en su conjunto es falso, es irrelevante; en cambio, si yo le digo <<Las flores son diamantes vivientes, diamantes que crecen>>, puedo generar un deseo en él por experimentarlo."
Tanto el cura como los feligreses, lo habían escuchado atentamente y observado estupefactos.
Él enderezó su postura más de lo que estaba, sonrió y se fue caminando por la nave central hasta casi salir del templo, se dio vuelta, se arrodilló, se persignó, se paró y se fue, todo eso mientras las personas de fe mutaban boquiabiertas mientras se oía el aleteo de las palomas en el campanario y los santos estaban petrificados en las paredes.